Familia

Por qué hay hijos que rechazan a sus padres y qué hacer

 
Lorena García Vega
Por Lorena García Vega. 22 enero 2021
Por qué hay hijos que rechazan a sus padres y qué hacer

La infancia es un momento en la vida de cualquier persona muy importante y que marcará la personalidad, la perspectiva y la toma de decisiones del adulto futuro. Hay huellas que deja la infancia muy difíciles o casi imposibles de borrar. Una de las tareas fundamentales de un padre o madre es tratar de proporcionar una feliz infancia a sus hijos e hijas, ayudándole a sentar las bases de cómo será en el futuro.

Las experiencias que vive un niño o una niña y cómo las interpreta y la disponibilidad de sus padres ante situaciones y acontecimientos en la vida del menor, son claves para la formación de un vínculo de apego seguro. Si el pequeño o la pequeña crece sintiendo incomprensión, desconfianza, rechazo o inseguridad, es probable que el vínculo no se forje con fuertes lazos afectivos y la tendencia sea no querer pertenecer a su núcleo familiar. En este artículo de paraBebés, os contamos por qué hay hijos que rechazan a sus padres y qué hacer.

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Índice

  1. ¿Qué es el vínculo de apego?
  2. ¿Cuándo los hijos rechazan a sus padres?
  3. ¿Qué hacer cuando un hijo rechaza a sus padres?

¿Qué es el vínculo de apego?

En palabras de Ortiz Barón y Yarnoz Yaben, el apego es el lazo afectivo que se establece entre el niño y una figura específica que une a ambos en el espacio, perdura en el tiempo, se expresa para mantener la proximidad y cuya vertiente subjetiva es la sensación de seguridad".

Según esta definición, el vínculo de apego que establece el niño o la niña con las personas más importantes en su vida, que generalmente son sus padres, se basa en una relación próxima, duradera en el tiempo, estable y que ofrece una sensación de seguridad.

Los vínculos que genera el apego se establecen en base a tres elementos:

  • Conductas de apego: es el resultado de las comunicaciones de demanda de cuidados. El bebé no es alguien pasivo y protagoniza gritos, sonrisas, agitación motriz, seguimiento visual y auditivo, etc. Permite y busca que la madre o cuidador/a principal se acerque y permanezca con él o ella.
  • Sentimientos de apego: es la experiencia afectiva que implica sentimientos referidos tanto a uno mismo/a como a la figura de apego. Introduce expectativas sobre cómo el otro se relacionará con nosotros. Una buena relación de apego comporta sentimientos de afirmación y seguridad
  • Representación mental: es la representación interna que hace el niño o la niña de la relación de apego. Son construcciones de un conjunto de representaciones interactivas que tienen cierto grado de estabilidad. Son un trabajo en el sentido de representaciones dinámicas que cambian para adaptarse a los diferentes periodos de los ciclos vitales.

En los siguiente apartados veremos por qué hay hijos que rechazan a sus padres y qué hacer.

¿Cuándo los hijos rechazan a sus padres?

¿Cuándo los hijos rechazan a sus padres? Existen acontecimientos en la vida de un niño o una niña que le dejarán marca de por vida e influirán en la forma que tiene de visualizar la realidad e interpretar los acontecimientos y experiencias. A continuación, veremos por qué hay hijos que rechazan a sus padres:

  • Atención recibida: aunque para los padres haya acontecimientos y anécdotas de sus hijos sin importancia según una perspectiva adulta, la realidad para el niño o la niña es muy diferente. Quizá el que su profesor le haya llamado la atención, no haber sabido hacer un ejercicio de matemáticas o enfadarse con un amigo, son problemas y preocupaciones de gran relevancia para el menor. Es importante que el niño se sienta atendido, entendido y escuchado y no quitarle importancia a lo que le ocurre.
  • El trato recibido: un niño o niña jamás podrá olvidar si recibió un maltrato físico o emocional. Si le pegaron o le humillaron y castigaron en exceso, eso produce un distanciamiento y rechazo hacia las personas que le hicieron sufrir y sentirse mal, en este caso, sus padres.
  • Disponibilidad: hay niños y niñas que ven muy poco a sus padres. Es cierto que la conciliación es complicada, sin embargo, son menores que no tienen apenas relación con sus padres. Cuando están con ellos, no intercambian experiencias, no pasan un tiempo de calidad juntos y no sienten la confianza de contarse o compartir nada.
  • Seguridad: aunque los padres proporcionen un techo y un cobijo, alimenten a su hijo, esté aseado y tenga un espacio donde descansar, no hay una garantía absoluta de protección. El menor necesita una seguridad afectiva. Quiere tener certeza de que si le ocurre algo dónde, cuándo y cómo sea, sus padres van a responder y van a estar protegiendo a su hijo/a.
  • La relación de pareja: el pequeño o la pequeña normaliza y generaliza cómo son las relaciones entre otros padres o las relaciones de adultos. Si el menor crece en un ambiente donde existen faltas de respeto o apenas hay comunicación en la familia, tenderá a ese distanciamiento.

Todos estos motivos, van causando que el niño o la niña desarrolle cierto rechazo hacia sus padres o hacia alguno de ellos. El sentimiento de desprotección y la imposibilidad de decirle a sus padres lo que le ocurre, los castigos, infravaloraciones y humillaciones constantes, repercuten en el distanciamiento inconsciente o voluntario del menor. Llegada a la pubertad, esta respuesta de distancia hacia los padres se intensifica, pudiendo desencadenar en problemas de conducta o comportamientos rebeldes.

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¿Qué hacer cuando un hijo rechaza a sus padres?

Hemos visto por qué hay hijos que rechazan a sus padres. Desde el nacimiento del niño, los padres asumen un compromiso durante toda la vida y si el objetivo es construir sólidos pilares donde se sienten las bases de progenitores e hijos, hay que hacer un trabajo basado en el respeto y la comunicación. Pero, ¿qué hacer cuando un hijo rechaza a sus padres?

  • Conexión antes que corrección: un niño o niña que no actúa correctamente, quizá no es capaz de manifestar las necesidades que tiene o esté desmotivado hacia alguna circunstancia que le preocupa y no sabe gestionar. La respuesta ello es una mala conducta. Los padres en lugar de juzgar y sancionar el mal comportamiento, deben conectar con su hijo o hija, ir a la raíz del problema y averiguar qué es lo que provoca que actúe de una determinada manera.
  • Comunicación: si entre los miembros de la familia no existe un diálogo o la confianza de poder expresarse libremente, el distanciamiento cada vez será mayor y la perspectiva de cada uno será más contraria. Es conveniente hacer juntas familiares periódicamente, donde se aborden las inquietudes o se puedan llegar a consensos sobre aspectos relevantes que afectan a toda la familia, así como el acuerdo de normas y tareas. En este artículo, te contamos cómo resolver un conflicto mediante el diálogo.
  • Capacidad empática: todos los adultos fuimos niños y queremos recordar la infancia como una etapa feliz, plena, de satisfacciones y alegrías. Si tratáis de recuperar a vuestro niño o niña interior y pensar cómo os hubiera gustado vivir una determinada situación, quizá podáis tomar decisiones más amables y que os ayuden a aproximaros a vuestros hijos.

Cuando un hijo no quiere saber nada de su madre, hay que ser más tolerante, empático o intentar llegar a acuerdos a través del diálogo y no de las imposiciones. Estas no son sinónimo de permisividad de los padres hacia los hijos, sino una forma cercana y respetuosa de entablar relaciones duraderas basadas en la confianza y la comunicación.

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Bibliografía
  • García Vega, L. (2020). Castigar no es educar: Todas las ventajas de la Disciplina Positiva. La Esfera de los Libros.
  • Marrone, M. (2009). La Teoría del Apego: Un enfoque actual. (Spanish Edition). Psimática.

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