Mi bebé tiene fiebre pero ningún otro síntoma, ¿qué puede ser?

Para saber si un niño o niña tiene fiebre o no, no podemos fiarnos solamente de nuestro tacto. Debemos medir la temperatura corporal siempre con algo que nos aporte fiabilidad, como es el termómetro. A continuación vamos a ver la clasificación de la fiebre según los grados que alcance:

• Se considera que un bebé tiene fiebre siempre y cuando el termómetro marque igual o superior a 37,5°C en la axila o igual o superior a 38°C en el recto.
• Todo lo que sea inferior a estas cifras pero a la vez se trate de temperaturas corporales superiores a lo normal se denomina febrícula.
• Por otro lado, hasta los 39°C se considera fiebre moderada, y cuando se pasa de esta temperatura hablamos de fiebre alta.

Que el bebé tenga fiebre y no sepamos desde un principio la razón, ya que de momento no observamos ningún síntoma más, puede dejar desconcertado a cualquier progenitor. Estas son las causas más comunes por las que normalmente los bebés y los niños y niñas pequeños tienen fiebre:

• Determinadas infecciones. Pueden producirse en el aparato respiratorio, el digestivo, en el sistema urinario, etc.
• Salida de los dientes. Se ha observado que en algunos casos la dentición puede provocar un ligero aumento en la temperatura corporal, pero nunca pasando más allá de los 38°C.
• Administración de vacunas. Hay vacunas que son más fuertes que otras, pudiendo provocar reacción y aparición de fiebre, pero como mucho durante las primeras 24-48 horas.
• Exceso de abrigo en los recién nacidos. Los bebés tan pequeños aún no son capaces de regular por sí mismos la temperatura de su cuerpo debido a su inmadurez, por lo que si se encuentran en un ambiente con mucho calor y/o están demasiado tapados o abrigados pueden llegar a tener fiebre. Por ello, hay que tener precaución y no abrigar en exceso nunca, en especial hasta que no sean algo más mayores.
• Otras causas. Existen otras razones menos frecuentes por las que un bebé puede tener fiebre, como intoxicaciones, deshidratación o enfermedades bacterianas potencialmente graves. Estas últimas se dan en un 10% de los casos en los que se consulta al pediatra.

Si comprobamos que el niño o la niña tiene fiebre pero a pesar de ello está alegre, juega, come y bebe sin problemas no hay que preocuparse en exceso. En cambio, hay determinadas situaciones en las que sí que conviene llevarlo al pediatra para que haga su valoración:

• Si son bebés, en especial menores de 3 meses.
• Fiebre alta que no cesa a pesar del tratamiento con medicamentos antitérmicos.
• Está muy irritable, con mucho sueño y/o apático.
• Se acompaña de vómitos, diarrea, manchas en la piel, respira con dificultad u otros síntomas diferentes.
• Si llega a tener convulsiones debido a la fiebre.

Nuestras actuaciones dependerán de la temperatura que tenga el bebé. Veamos qué hacer en dos casos diferentes:

Febrícula

Si solamente tiene febrícula (menor de 38°C) no está recomendado ningún tratamiento específico. Lo que se aconseja son una serie de medidas:

• Beber líquidos en abundancia. Si aún no ha comenzado con la alimentación complementaria bastará con ofrecerle más tomas de leche de forma más frecuente.
• Mantener fresco el ambiente ventilando correctamente las habitaciones y dejar al bebé con menor cantidad de prendas de ropa.
• Si a pesar de estas medidas sigue con malestar y no baja la fiebre, lo mejor es acudir al pediatra.

Fiebre

En los casos en los que se superen los 38°C:

• Además de lo anterior, se administrará un antitérmico prescrito por el médico. La cantidad de este medicamento dependerá del peso o de la edad del niño.
• Se pueden aplicar paños humedecidos a temperatura ambiente sobre la frente, nunca demasiado fríos.
• Bañar al bebé con agua templada durante 15-20 minutos y frotar a la vez el cuerpo con una esponja para así facilitar la pérdida de calor.

Aquí encontrarás más información sobre Cómo bajarle la fiebre a un bebé.

Los días que tarde en desaparecer la fiebre dependerá de la causa por la que esta se haya originado.

Por ejemplo, si el culpable es un virus lo habitual es que esté presente durante 2 o 3 días. Sin embargo, en casos de infección bacteriana puede persistir hasta que no se comience el tratamiento con antibiótico.

Si se debe a una reacción a la administración de una vacuna, no suele pasar de 1 o 2 días.

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